viernes, 25 de enero de 2008

El niño de luto


Recupero una de esas fotos antiguas que hay en los cajones de todas las familias, que justifican en sí mismas la existencia de la fotografía y evidencian su capacidad de reproducir hechos y sentimientos.
El niño de la foto es el padre de Anna, cuando tendría cuatro o cinco años, por lo tanto la fecha en que se tomó no puede ir más allá de los primeros años veinte del siglo pasado. Me ha llamado especialmente la atención ese luto riguroso de la pobre criatura, posiblemente por la muerte de algún abuelo/abuela. Eso si, es ropa de niño rico; nada que ver con otras fotos de la época, en que se detecta el origen labrador de los personajes. Terrible aquella España, aquel Vila-real de principio de siglo que vestía de negro incluso a los niños para demostrar exteriormente su dolor, pero… ¿porqué se va al estudio del fotógrafo para eternizar el desaguisado? La misma perplejidad se observa en la cara del niño, que se coge de la peana con cierta desesperación. Un diez para esa esparraguera, omnipresente en la época en todas las casas del litoral valenciano.
La reflexión inmedita que me provocan estas fotos es contagio de esa afición de Anna a construir historias a partir de la apariencia de las personas y que, al final, resume con la frase "¡Todos muertos!" La foto es un documento del momento en que "esa" realidad se produjo pero impresiona pensar que ese niño de cara triste que toreaba sacando el brazo con la capa desde la ventana de su casa, creció, pasó una guerra, se casó, tuvo hijos y hacía que su hija le acompañara los domingos a la pastelería para que le siguiera hasta casa llevando la bandeja de pasteles, mientras el iba delante leyendo el periódico. Opinaba que un señor perdía dignidad llevando los pasteles por la calle.

1 comentario:

  1. Soy un fanático coleccionesta de fotos de inicio de siglo y me ha gustado especialmente tu "Niño de luto". Al margen de la calidad fotográfica de la toma (algún día habrá que rendir un homenaje a aquellos primeros fotógrafos de estudio) me atrae la expresión del niño, entre triste, asustado, y... como tu dices, perplejo. Imagino frente a él a su madre (que posiblemente fuera quien le llevó a fotografiarse) y al vieho fotógrafo trasteando tras una enorme cámara de placas, con la cabeza metida bajo el trapo negro para enfocar la imagen invertida.
    Sigue recuperando fotografía antigua.

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