domingo, 3 de agosto de 2008

Seguridad nacional

Parking de La Salera. Me llaman la atención los colores y disparo un par de fotos, pero rápidamente me cae encima el personal de seguridad. Resulta que en La Salera (centro estratégico donde los haya) no se pueden hacer fotos. ¿Por qué? Órdenes de "la Dirección", ese omnipresente ente abstracto que sirve para justificar lo injustificable. Me cogen en el día reivindicativo y me pongo impertinente. ¿Con quien hay que hablar para poder hacer fotos? La Dirección se transforma en la Gerencia, y allá me voy yo, a través de kilómetros de pasillos, en su busca, hasta hacerme con una recepcionista en los más profundo de las entrañas del centro comercial. La recepcionista avisa a la Secretaria de la Gerencia, y, previa espera, la Gerencia se manifiesta en cuerpo mortal. Un cuerpo mortal de pocos años, con el pelo engominado, vestido de italiano mafioso (¿donde vás con corbata y chaqueta con el calor que hace, gilipollas?) y que no, que no puede ser y que son imposiciones del Arquitecto. ¡Coño, el Arquitecto! ¡Palabra mayor! ¡Te adoramos, Señor! A esas alturas de la historia, a mi las fotos ya me importan un pito, pero sigo con el raca-raca. ¿Con quien tengo que hablar para poder hacer fotos? Me insinúan que tal vez una carta a la Sede Central puede obrar el milagro. Amenazo con volver con la carta y me voy dignamente. Sin la autorización, pero con la dignidad intacta.
Y ahora, además, subo la foto. Por si acaso llegan a verla y se dan cuenta que el segurata, la recepcionista, la secretaria, el gerente, la dirección, el arquitecto y la sede central han fracasado estrepitosamente. ¡Que se jodan!