martes, 30 de agosto de 2011

No se puede ser diablo a ningún precio


Tenía yo olvidada la inconografía católica, que tan malos ratos me hizo pasar en la infancia, con esa enfermiza afición a las virgenes traspasadas por espadas, Cristos yacentes y ensangrentados, crucificados anoréxicos, llagas diversas y todo tipo de calamidades. ¿Quien habrá hecho creer a esta gente que los sufrimientos en esta vida son un camino seguro para la otra?
Pero recientemente me he encontrado en la iglesia de San Nicolás, en la calle Alloza, de Castellón, a este San Miguel Arcangel, hecho un brazo de mar y puteando al pobre diablo (nunca mejor dicho) al que me lleva encadenado como a un doberman y pisa en la cabeza sin ningún reparo.
No me parece una imagen nada educativa, pero me enternece la cara del diablo, que el artista quiso hacer parecer aterradora y que le ha quedado con un cierto aire de resignación, como si supiera que le toca representar el papel del malo de la película, para que el héroe se luzca.
Lo dicho: como en la vida, no se puede ser ni pobre ni diablo a ningún precio. Mucho menos pobre diablo. Vienen los arcángeles financieros y te machacan.