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Calle San Luis en el casco antiguo de Castellón. Casa de doña Pepita, donde yo, de pequeño peregrinaba casi diariamente para invertir los 10 céntimos que me daba mi abuelo en los primeros chicles que se vendían en España (aquellos Cheiw de placa con cromos del Oeste), regaliz, magnesia, pipas, chufas o “tramusos”, que pocas chucherías más se vendían en aquellos años. En eso, como en todo, la España de Franco no estaba aún para diversidades y contrastes de pareceres.
Con los años dejé de ir, doña Pepita murió y ahí está la casa cerrada,esperando la piqueta. La crisis le da una tregua.
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